10 de septiembre de 2012




Las mujeres son como el fuego, como las llamas. Algunas
son como velas, luminosas e inofensivas. Algunas son como
chispas, o como brasas, o como las luciérnagas que perseguimos
las noches de verano. Algunas son como hogueras, un derroche de
luz y de calor para una sola noche, y quieren que después las dejen
en paz. Algunas son como el fuego de la chimenea: no muy
espectaculares, pero por debajo tienen cálidas y rojas brasas que
arden mucho tiempo.
»Pero Ella...ella es como una cascada de chispas que
sale de un afilado cuchillo de hierro que Dios acerca a la piedra de
afilar. No puedes evitar mirar, no puedes evitar desearla. Hasta es
posible que acerques una mano durante un segundo. Pero no puedes
dejarla allí. Te partirá el corazón...

Estuviera donde estuviese, siempre era el centro de todas las miradas. No me interpretéis mal. No quiero decir que fuera llamativa, ni vanidosa. Si miramos el fuego es porque parpadea, porque resplandece. Lo que atrae nuestra mirada es la luz, pero lo que hace que un hombre se acerque al fuego no tiene nada que ver con su resplandor. Lo que atrae del fuego es el calor que sientes cuando te acercas a él.