12 de noviembre de 2011

Nunca cambiará.

Soy esa chica. Esa pequeña niña débil, indefensa e incapaz de defenderse por si misma. Inmadura y sin experiencia, esperaba que el mundo la dejara volar, pero la gravedad la mantuvo con los pies en la tierra. Soy ese pequeño ser humano, con el pelo rubio, los ojos marrones y una débil sonrisa, la que nunca pensó que sufriría tanto por amor. Esa joven alguien sin razón ni lógica, que nunca imaginó que llegaría a tener tanto en la amistad, y tan poco en temas del corazón. Y quién sabe, tal vez soy aquella que tiene secretos inconfesados y promesas sin cumplir. Pero incluso puede que mis mayores misterios, ya lo sepas y hayas resuelto. Soy esa chica, la que no entiende las cosas si no se las explicas tres veces, la que llora por todo y no puede aguantar las lágrimas cuando está sola, la que se enfada por nada, la que ama y no es amada, y sobretodo y por encima de cualquier cosa, soy yo misma, y eso no lo va a cambiar nada.

Y es que te quiero.

Y yo que creía que eran mitos. ¡Las mariposas en el estómago existen! Y el amor a primera vista. Y la persona perfecta, no por no tener defectos, sino porque eres capaz de ver mas allá de ellos. Y la venda que te cubre los ojos y deja solo espacio para su mirada. Y la felicidad que te invade al pensar en su sonrisa. ¿Y al oír su nombre? Te sonrojas y te avergüenzas. Y cuando hablas con él, eso es una mezcla de sentimientos tan intensa que es indescriptible. Miedo a perderle, ganas de decirle que le quieres, deseos de declarar todo lo que te recorre por dentro. Y cuando lo ves aparecer para estar contigo, aunque haya mas gente, tú solo eres capaz de ver que va iluminando el camino y dejando en la sombra a todo lo demás a su alrededor. Y cuando lo tienes a tu lado y lo único que eres capaz de pensar es en no lanzarse a sus brazos y pegarte a  sus labios. Y sí, es porque estoy enamorada y por fin lo sé.

Porque estoy aquí para ti.

-¿Por qué no eres feliz?
+No tengo razones.
-¡Todos tenemos algo por lo que sonreír!
+Dámelas, dame el motivo por el que debo ser fuerte y lo seré.
-¿Cómo que te las de? ¡Solo tienes que mirar a tu alrededor!
+Cuando lo hago solo soy capaz de ver que él no está.
-¿Él? ¿Qué "él" ni "él"? ¡Eres tú! Mira los árboles de tu alrededor, se les caen las hojas en otoño y siguen adelante todo el invierno hasta primavera; pasan todo ese tiempo descubiertos, desprotegidos, siendo la mitad de lo que deberían ser. Mira los pájaros que se van por culpa del frío y vuelven con el calor, ¿acaso ellos sienten que el tiempo meteorológico los quiere hacer desaparecer del mapa para siempre?
+¿Por qué comparas mi corazón roto con la naturaleza?

-¿Qué por qué os comparo? Porque la naturaleza nos hace seguir adelante, a pesar de las adversidades. Nos ha hecho muy fuertes con el paso del tiempo y un "él" cualquiera no va a cambiar eso, no mientras yo siga siendo tu amiga y eso es para siempre.
+No es alguien cualquiera, ¡es mi mundo!
-¿En tu mundo estoy yo también?
+¡Claro!
-Pues voy a echarlo a patadas si hace falta. Porque tú tienes que ser feliz. Porque el cielo sigue siendo azul por encima de las nubes. Porque las flores vuelven a salir en primavera y el Sol en verano. Porque hasta la noche tiene las estrellas y la luna para iluminarla. Porque yo estoy a tu lado y no me voy a ir.


Los corazones salvajes no se pueden romper.

Cuando ya ha entrado mucho el Otoño y vas paseando por un lugar con árboles. Estás en un bosque o en un parque, y todo es de color naranja, marrón y amarillo. Paso tras paso vas pisando las hojas muertas y caídas en el suelo, y crujen al romperse en pequeños trozos tan débiles. Se desvanecen en la tierra y se vuelan con el aire, como si de nada se tratara. Y tú escuchas como desaparecen en el olvido y en el viento. Y te recuerdan a tu corazón. Tan débil y fácil de estropear. Tan sencillo y frágil como las hojas caídas del Otoño. Tan roto y olvidado.

No necesito a nadie en mi vida que no quiera estar ahí.

¡Qué le den al mundo! Qué importa lo que piensen los demás, lo que hagan o lo que digan. Déjalos que sigan su vida y vive tú la tuya. Disfruta cada segundo, grita cuando lo necesites, salta cuando te apetezca. La vida es corta así que empieza a cantar bajo la lluvia, y a bailar con el ritmo de las gotas caer. Olvida el destino y el mañana, deja de pensar en el pasado, cree en el presente. Huye de las personas que no son sinceras contigo, no mientas, di lo que sientes, dilo ¡porque te da la gana! ¿Qué sentido tiene preocuparse por personas que no se preocupan por ti? Deja todo eso a un lado. Sal a la calle, y deslumbra a todo el mundo. Demuéstrales, que, a pesar de lo que ellos quieran, tú eres feliz como nuca lo has sido.

1 de noviembre de 2011

No me tientes.

Todos queremos lo que no podemos tener. Es más, la mayoría de las veces deseamos lo que queremos o bien porque está fuera de nuestro alcance o bien porque se trata de algo prohibido. Para justificar la compra, nos convencemos a nosotros mismos de que aquello que queremos con tanta vehemencia es también lo que necesitamos. El problema es que las compras compulsivas a menudo pueden conducir a un costoso caso de arrepentimiento del comprador.


Lo que no mata te vuelve paranoico.

Atrapado en tu propia mente, sin plan de huida, aturdido por la duda y con tus obsesiones como única guía, la realidad da paso a la ansiedad, cambiando de forma más deprisa que un contorsonista de circo. Ella empezaba a darse cuenta de que el peor lugar para perderse estaba en su propia cabeza.

No confíes en quien te diga "confía en mí".

La confianza no se regala. En toda relación es lo que más cuesta ganarse y lo que antes se pierde. Es más, sólo hay una cosa peor que el "ya no te quiero", y es el "ya no confío en ti". Lo primero atañe al otro. No se puede hacer nada al respecto a un cambio en el sentir del corazón. Lo segundo te atañe a ti, y a nadie más que a ti.

Si no se te ocurre nada agradable que decir, miente.

Las palabras no sólo sirven para expresar las emociones, también ayudan a distanciarnos de éstas. Pueden ser una valiosa red de seguridad, que protege el corazón de una excesiva exposición, que parcela los verdaderos sentimientos en sílabas forjadas concienzudamente y no en efusiva sinceridad. También pueden ser malinterpretadas, infligiendo heridas al formular en la mente del otro una falsa impresión. A veces, hay cosas que es mejor callarse.

El que nada espera nunca sufre desengaños.

Salvo unos pocos poetas y monjes iluminados retirados en lo alto de un monte, los demás sí tenemos nuestras ilusiones. Es más, no es que las tengamos, es que las necesitamos. Alimentan nuestros sueños, nuestras esperanzas y nuestras vidas como una bebida energética con dosis extra de cafeína. Ella había dejado de vivir, pero no estaba dispuesta a dejar de soñar; si bien todo apuntaba a que alguien había dejado sus sueños en eterna espera.
Quiero volver a saborear esa boca. El deseo se apodera de mí y me quedo inmóvil, con sensación de mareo. Sólo existe el deseo. Pienso en acercar mis labios a los suyos y es como si me derritiera. Sus ojos se abren, me ven. Cuando se levanta, se flexiona cada músculo de su cuerpo, me obliga a tenderme y se echa sobre mí. Bajo su peso, el aire escapa de mis pulmones como de un fuelle y, aun así, suena como el más suave de los suspiros. Y su boca vuelve a estar junto a la mía, un calor, una presión, una promesa de lo que está por venir, una promesa que quiero ver cumplida.
Sus dedos son un susurro en mi piel. Un pulgar se desliza hacia mi pecho, traza círculos alrededor. Acerco la boca a la piel salada de su cuello. Siento que una rodilla me aparta los muslos. Algo se desploma dentro de mí. Es como si dejara de respirar por un momento. Estoy vacía. Busco.
Los dedos cálidos van bajando, vacilan y luego rozan una parte de mi cuerpo que todavía no entiendo, un lugar que no me he permitido explorar.
-Espera-susurro.
No me oye o no quiere oírme. Sus dedos, fuertes y seguros y no del todo rechazados, vuelven, y noto el contacto de toda la palma de su mano. Quiero huir. Quiero quedarme. Quiero las dos cosas a la vez. Su boca se une a la mía. Estoy clavada en el suelo por decisión de él. Podría flotar, perderme dentro de él y volver a renacer siendo otra persona. Frota la piel de mi pecho con el pulgar y experimento una deliciosa sensación de estar en carne viva, como si nunca antes hubiera sentido verdaderamente la piel. Todo mi cuerpo se eleva para acoger su presión. Su decisión podría ser la mía. Podría engullirme si llegase a dejarme ir. Dejarme ir. Dejarme ir. Dejarme ir.
No.
Apoyo las manos en la piel resbaladiza de su pecho y lo empujo hacia atrás. Él se aparta. Al dejar de sentir su peso, me siento como si me hubieran amputado un miembro y la irresistible necesidad de atraerlo de nuevo hacia mí. Le brilla la frente por el sudor, cuando parpadea en sueños, confuso y aturdido. Está otra vez dormido, tal como lo he encontrado. Un ángel fuera de mi alcance.
Es un sueño, sólo un sueño. Eso me digo cuando despierto, jadeando, en mi propia cama, en mi propia habitación.
Sólo es un sueño.
Pero parecía tan real...Me llevo los dedos a los labios. No los tengo hinchados por los besos. Estoy intacta. Pura. Una mercancía útil. Él está muy lejos de aquí, percibo en un sueño que nada tiene que ver conmigo. Pero esa parte de mí que no he explorado me duele, y tengo que tumbarme de lado con las rodillas juntas para aliviarme la molestia.
Sólo es un sueño.
Pero lo que me da más miedo es lo mucho que deseo que no lo sea.
Y en ese momento lo ves, y le miras, y pasas cerca y te roza con el brazo, y nadie más lo ve,y estás a punto de sonreír como una verdadera gilipollas. Pero al pasar y reconocer su olor te vuelves loca del todo, al tiempo que tu corazón lucha por salirse de tu pecho y tiemblas tanto que en cualquier segundo caerás rendida a sus pies.

¿Qué te da miedo? ¿Qué te pone la carne de gallina, te hace sudar las palmas de las manos, te corta el aliento y retiene el aire en tu pecho como una fiera enjaulada?
¿Es la oscuridad?
¿El recuerdo fugaz de un cuento infantil, de fantasmas, duendes y brujas ocultos entre las sombras? ¿Es la manera de levantarse el viento justo antes de una tormenta, ese indicio de humedad en el aire que te empuja a volver corriendo a casa para refugiarte al amor de la lumbre?
¿O es algo más profundo, algo que causa más miedo, un monstruo en lo más hondo de tu ser que solamente has vislumbrado en parte, todo aquello que no conoces de tu alma donde los secretos se acumulan y adquieren un poder terrible, la oscuridad interior?Si escuchas, te contaré una historia: unos cuyos fantasmas no puedes ahuyentar con sólo sentarte al calor de un fuego vivo. Te contaré la historia de cómo nos encontramos en un mundo donde se forjan los sueños, se elige el destino y la magia es tan real como las señales que dejas con las manos en la nieve. Te contaré cómo abrimos la caja de Pandora de nosotros mismos, y catamos la libertad.
Lo que sucederá a partir de ahora ya no lo sé.
¿Se te ha acelerado el corazón? ¿El horizonte parece nublarse? ¿Sientes que se te tensa la piel del cuello en espera de un beso que temes y a la vez necesitas? ¿Tendrás miedo? ¿Sabrás la verdad?

Al sur de la frontera, al oeste del sol.

Me tomó de la mano una sola vez. Fue un día que me llevaba a algún sitio, y el gesto decía: "Rápido, es por aquí". Nuestras manos permanecieron unidas como mucho diez segundos, pero a mí me parecieron treinta minutos. Y cuando me soltó, deseé que el contacto no se hubiera interrumpido. Yo lo sabía, sabía que ella me había cogido la mano de una manera espontánea, pero que, en realidad, lo había hecho porque deseaba hacerlo. Aún hoy recuerdo el tacto de su mano aquel día. Es un tacto diferente a cualquier otro que haya experimentado después. Era simplemente la mano pequeña y cálida de una niña de doce años. Pero en aquellos cinco dedos y en aquella palma se concentraban, como en un catálogo, todas las cosas que yo quería saber, todas las cosas que tenía que saber. Y ella, al tomarme de la mano, me las enseñó. Me enseñó que en el mundo real existía un lugar como áquel. Durante diez segundos tuve la sensación de haberme convertido en un pajarillo perfecto. Surcaba el aire, sentía el viento. Desde las alturas, podía ver paisajes lejanos. Tan remotos que no era capaz de vislumbrar con claridad lo que había. Pero supe que existían. Y que algún día iba a visitarlos. Esa certeza me dejó sin aliento, me hizo estremecer.