30 de enero de 2014

Indignaciones varias.

Tengo la imperiosa necesidad de escribir esta vorágine de oscuros pensamientos que se están enzarzando en mi pequeña cabecita y no me dejan seguir con mi pacífica vida.
Para que sepáis de que va mi indignación, hablaré de estos temas principalmente: la nota académica como una buena no-manera de evaluar y el estúpido convencionalismo social por antonomasia: los regalos (no solo entre parejas).

Una de las cosas que me repatea es escuchar en la Universidad (que ya se da por hecho que no vas a aparentar, a pasar el rato o a ligar) la frase: "Eh, que he sacado más nota que tú" o ya no solo porque una persona en concreto te lo diga, sino que todo el mundo esté pendiente de las notas de los demás, como si eso fuese a influir o ayudar a sentirte mejor contigo mismo. Me parece estúpido.

Es cierto que es algo que está muy a la orden del día. Siempre, desde bien pequeñitos, hemos estado presionados a sacar la máxima nota posible. Y dentro de unos límites lo veo razonable, no os penséis que no. Pero llega un momento en que la línea se sobrepasa y más que motivar al niño en cuestión, lo que estás haciendo es que memorice como un papagayo, sin importar si realmente entiende lo que está leyendo. Y es ahí donde se origina uno de los problemas más comunes actualmente. El no saber adaptarse a cualquier pregunta, ejercicio, cuestión (¡qué más da!) que les presenten porque si se sale del temario estrictamente estipulado están perdidos.

Quizás (y solo quizás) puedo llegar a entenderlo en Primaria, en la ESO o incluso en Bachiller debido a que se les enseña a los alumnos de forma muy básica los conceptos y los conocimientos clave que, mucho después, les servirán como pilar para aquello que vayan a estudiar. Sin embargo, la Universidad es diferente. Es un cambio, sí. No solo a nivel de exigencias (en realidad excepto los trabajos grupales y las clases de teoría no te obligan a absolutamente nada) sino en cuanto a libertad (como he comentado antes) y en cuanto a las asignaturas. Siempre va a haber asignaturas que pienses que no sirven para nada. Y lo veo lógico. Incluso yo he llegado a pensarlo. Pero cuando te paras a reflexionar en para qué sirve todo lo que estás viendo, lo que te están ofreciendo, entiendes que lo que intentan hacer (por lo menos en Psicología) es abarcar todas las corrientes, conocimientos, áreas y estudios posibles. Para que, llegado el momento, elijas por dónde tirar sin olvidar el que te sepas (aún así) defender ante cualquier situación que se te presente. He ahí el quid de la cuestión. Se abarca tanto porque encasillar a una carrera en unas determinadas asignaturas es un error. Limitar el conocimiento, en sí, ya es un error por lo que, hacerlo con una carrera también lo es. Todo vale. ¿Qué manera de aprender es esa en la que te limitas, te pones un tope? ¿Qué tipo de personas son aquellas que memorizan y vomitan, sin sacar ninguna conclusión de aquello que se han "estudiado" y sin leer ni buscar información aparte? ¿Se piensan que solo con el temario dado en clase es más que suficiente para ser un buen psicólogo?
Mi opinión al respecto es que no, obviamente. La memoria es muy puta. Más de la mitad de los conocimientos que aprendáis (y aprenda -me incluyo-) a lo largo de este año se esfumarán, tan rápido como vinieron. ¿Qué queda entonces? Dependerá de la cantidad de información que hayas interiorizado, que hayas reflexionado, que te hayas cuestionado. Y, sobre todo, aquellos apuntes, vídeos, artículos, libros que hayas sido capaz de recopilar, apuntar o visionar. Es esa la manera más eficaz de aprender. No como llevan haciendo desde que somos pequeños. No quiero que me malinterpretéis. Es necesario que haya una parte teórica siempre, por supuesto. El problema no es qué sino cómo. El cómo nos lo enseñan, el cómo lo evalúan. Ahí radica el problema. Que ni el sistema educativo actual es eficaz y eficiente (ni creo que lo sea nunca si seguimos con esta estructura: profesor con función de cura que enseña a sus hermanos la palabra del Señor) ni la forma de evaluarlo tampoco. Tal vez, en cuanto a la forma de evaluarlo, no quedaba otra. Es decir, que es una forma bastante objetiva y sencilla de cualificar los conocimientos de alguien, pero NO es suficiente. Para nada. Más que nada por el factor sorpresa, por la incertidumbre de qué es en sí la vida porque nunca sabes qué va a pasar.

La profesionalidad de un buen psicólogo (y ya no solo éstos, sino cualquier persona que ocupe un puesto de trabajo en una determinada área) dependerá de la capacidad de resolución de problemas. En la forma más beneficiosa y rápida para el paciente, etc. ¡Yo no me pondría en manos de alguien que tiene que mirar un manual constantemente para saber qué me ocurre! Porque ese es el problema, que delegamos nuestra vida (y salud) en ellos. Dependemos de su diagnóstico y de su tratamiento. Ponemos nuestra vida a su merced porque damos por hecho que van a hacer (dentro de lo que cabe) su trabajo lo más objetivo y eficaz posible.

Por esta, y muchas razones más, veo inútil que una persona se crea superior a otra por el hecho de haber sacado más nota en un examen. ¿El examen te dice lo capacitado que estás, la preparación que llevas para abordar todo tipo de situaciones que se te den, lo buen psicólogo que eres? Me temo que no. Y por desgracia, con dieciocho, diecinueve años (¡o más!) todavía siguen habiendo personas así. Personas que se creerán que unas buenas calificaciones denotan que es un buen profesional (¡o incluso que es más inteligente!) y no. Y os parecerá una tontería pero, delegaréis vuestra salud mental a estos profesionales. Algo bastante importante, creo yo.


Por otra parte, (que ya era hora) venía hablar del convencionalismo social que más hastío (por no decir asco) me está dando actualmente y son los regalos.
Su función (y se va haciendo más plausible conforme vas creciendo) es que te sea útil. Ni más ni menos. ¿Para qué quieres algo que no te piensas poner por el hecho de no gustarte o no necesitarlo? ¿Para qué quieres ir con prisas a la tienda más cercana a buscar algo (que puede llegar a gustarle) obligatoriamente por ser el cumpleaños, aniversario (en términos de pareja) o cualquier otra festividad (absurda)?
No abogo por el anti-consumismo. Estoy de acuerdo. Las campañas están para la compra abusiva (y a veces hasta irracional) de objetos o prendas y beneficia tanto a los vendedores como a sus empresas correspondientes. Pero, qué más da la fecha. La magia de regalar reside en el factor sorpresa, en ver algo que te recuerda a una persona y comprárselo porque sepas que le va a gustar; algo que sepas que va a utilizar. ¿Para qué comprar algo que va a tener apartado, escondido en un armario o incluso (en algunos casos) tirado en la basura de su casa? ¿Qué necesidad hay? ¿Cuántos más regalos haya, más te querrá la otra persona? Me temo, querido lectores, que no.

No sé si os pasa a vosotros, pero el hecho de que te regalen te mete en un compromiso. Es algo que debes hacer tú también por respeto a la otra persona. Porque en realidad, aunque insistan en que no, les gustaría obtener un regalo a cambio llegado el momento oportuno. Lo peor de todo este asunto es que no puedes elegir el que te regalen o no. Y he ahí el compromiso (estúpido) en el que te ves involucrado sin quererlo.

Seguid regalando cosas inútiles a la persona que más queréis en vez de gastároslo en pasar un fin de semana en algo sitio especial o en una cena romántica (algo que podáis disfrutar los dos, ¿no?). Basad vuestra relación en la cantidad y la calidad de los regalos que os den que os irá muy bien.
Ya me dará el tiempo la razón (como siempre).

Gracias por haber ocupado una porción (valiosa) de vuestro tiempo en leerme y...

¡Hasta mañana!

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