29 de noviembre de 2012

Cuento de hadas

Porque todas deseamos tener al mejor novio. Ese del que nos enamoramos con tan sólo mirarlo a los ojos. Con el que nos podemos tirar horas y horas hablando de cosas sin importancia. Al que estás deseando ver, con el que enseguida te pones nerviosa porque adviertes otra vez esas mariposas en el estómago que siguen apareciendo como la primera vez que lo viste, te miró a los ojos o simplemente, te besó. Y, al terminar la velada y se va, ya lo estás echando de menos. Que sea el motivo de tu sonrisa, el que te ayude a ser mejor persona, que sea tu fuente de inspiración. Con el que puedas contar para todo. Que te sorprenda cada día con una cosa nueva. Que sea el que te abrace en los días helados de invierno y con el que sudes bailando en una discoteca en verano.
Que te escriba cosas bonitas, que te susurre al oído palabras prohibidas, que te prepare vídeos con las miles de fotos que tenéis juntos, que te sorprenda con una velada romántica en una playa desértica con tu comida favorita. Que todo su mundo seas tú y que tu mundo sea él.

Un amor por el que se cruzan océanos, un amor de película, un cuento de hadas...Un amor que marque un antes y un después en tu vida, tanto, que te cueste una eternidad superarlo. Que la ruptura sea un motivo por el cual odiar a los hombres y una excusa perfecta para evitar los enamoramientos por un tiempo.

Lo peor de todo esto es que yo ya odio a los hombres.

Las vueltas que da la vida...


Planear tu futuro en estos momentos lo veo totalmente inútil.
Si lo piensas, estamos al comienzo de nuestra vida. Probablemente hayamos vivido los momentos más felices de nuestra existencia pero de aquí a diez, veinte, incluso de aquí a cinco años, las cosas pueden cambiar radicalmente.
¿Qué vas a estudiar? ¿Cambiarás de carrera mil veces hasta encontrar la correcta? ¿Cuándo te independizarás? ¿Vivirás solo o por el contrario, compartirás piso con tus amigas o con tu pareja? ¿Has encontrado el amor de tu vida, con quien piensas casarte y tener hijos? ¿Tendrás muchos más novios hasta encontrar el correcto? ¿Te casarás? ¿Tendrás hijos? ¿Podrás trabajar en lo que te guste?

Hay tantas preguntas sin respuesta...


Por eso es mejor vivir disfrutando de cada momento porque nunca sabes cuándo se va a acabar. Planear tu vida es absurdo ya que puede ser que mañana cambie todo por completo y te encontrarás roto por dentro, porque las cosas que deseabas no están saliendo como creías. Y es que la vida da tantas vueltas...



24 de noviembre de 2012

Incompleta

Espacios vacíos, rostros distantes, sin un lugar a donde ir.
A donde voy, todos se preguntan.
He intentado seguir adelante como si no te hubiera conocido.
Pero mi mundo está medio dormido.
Hay voces que me dicen que debo seguir adelante, pero estoy nadando en un océano completamente sola.
Está escrito en tu rostro. Sigues preguntándote si cometimos un gran error.
No es mi intención hacer esto interminable, pero parece que no puedo olvidarte.
Quiero dejarte ir pero sin ti solo estoy incompleta...

Castillo de arena

El momento incómodo en el que, después de haber vivido mucho con una persona, hay algo que se pierde. 
Duele. Duele por dentro. Porque se destruye el pequeño castillo que habíais estado construyendo juntos. Se cayó cuando pasó todo pero siempre quedan los últimos montones de arena mojada que te pueden servir de base para el siguiente. Pero cuando ves que una ola viene, rápida y sin ningún tipo de aviso y, se lleva consigo toda tu esperanza, ya cuesta construir otro una segunda vez.
Es doloroso ver como algo tan importante, tan rápido como vino, se fue.

Dos caras de la misma moneda

Por un lado, un chico que te ha acompañado durante muchísimos años. En casi todos o en todos los momentos importantes de tu vida ha estado él. El típico chico que se acaba convirtiendo en tu mejor amigo. Un chico con algunos gustos parecidos, con aficiones que realmente admiras (ya que nunca serás capaz de realizar) y que te aporta su inteligencia ayudándote a ser mejor persona, más independiente, lista; mezclado todo con un toque de locura.
Te hace descubrir un mundo diferente. Un mundo en el que no todo lo establecido es lo mejor y con el que empiezas a disfrutar la vida, hablando de cosas sin importancia que te sacan una sonrisa. Un grado de confianza superior al experimentado anteriormente. Una conexión que tardarás años en encontrar el motivo, la forma y, sobretodo, el nombre a todo ese sinfín de sentimientos contradictorios.
Un chico que demostrará poco, pero que su interior estará lleno de sentimientos, emociones; amor que le costará mucho expresar e intentará evitar por todos los medios.
Alguien con quien puedes ser tú misma y que te va a aportar una seguridad y una estabilidad carente en tu propia personalidad.

Por otro lado está el chico que acabas de conocer. Aparentemente no es de esos que te llaman la atención a primera vista pero que, por extrañas circunstancias, acabas hablando con él. Y vas encontrando gustos similares. Además, es una persona que no necesita saber de tu pasado, ni tú de él. Se crea una especie de burbuja que os envuelve a los dos en la que no importa nada más y cualquier tema es válido.
De esos con los que pierdes la noción del tiempo, que te hacen sonreír por cualquier tontería. Porque muchas veces necesitas un poco de distracción a unos oídos comprensivos. Y porque te hace abstraerte de un falso "yo" para tomarte unas vacaciones de ti misma.
Un chico misterioso, odiado por muchos y querido por pocos, totalmente opuesto a ti en cuanto a relaciones con los demás, de forma de ser en sí, pero por alguna razón sientes un deseo irrefrenable de pasarte junto a él horas y horas hablando de cualquier cosa. Te hace sentir bien. Te hace sentir una atracción diferente que normalmente no sientes por los otros chicos. Con él nunca sabes que puede pasar. Nunca vas a saber lo que siente por ti, si es que siente algo.
El contacto físico es escaso pero cuando lo hay, te hace sentir especial y te olvidas de todo lo que hay alrededor. Si falta, te pones triste cuando en teoría no deberías pero...es una debilidad.
Otro tipo de relación...

Quizás suene un poco egoísta (y lo es, desde la visión masculina) pero hay veces que es inevitable amar a dos personas, a dos mundos, a dos caracteres totalmente diferentes. Porque muchas veces ambas partes son complementarias y necesitas a ambas para vivir. Blanco o negro, calor o frío, conocido o misterioso...¿Cuál es el correcto? Ese es el quid de la cuestión.

Es importante en qué dirección llevas la relación con una persona. Hay tres regiones diferenciadas:


La primera es la más accesible. Es en la que no te implicas, no conlleva responsabilidad alguna. No tiene por qué saber cosas de tu pasado. Te puede servir para hablar temas superfluos, sin mucha importancia y con los que, a la hora de la verdad, no contarías para otra cosa que no fuera hablar de cómo te ha ido en el examen, del tiempo o vete tú a saber qué. Personas prescindibles en tu vida. Llamados mundialmente como "conocidos".
Hay gente que le gusta coleccionar personas con este escaso vínculo ya que eso deriva a popularidad, fama, etc. Pero interiormente no te sirven para nada porque con este tipo de personas solamente te puedes llegar a sentir vacío.

En la segunda están esas personas con las que conectas desde el primer momento y aunque muchas veces no nos demos cuenta, en el fondo sabemos que con esa persona vamos a compartir más que palabras. Vamos a crecer interiormente. Nos van a ayudar en los momentos que más necesitamos, nos van a hacer reír hasta llorar. Van a escuchar todo lo que tengas que decirles y van a soportarte en días en los que ni tú misma te aguantas. Personas capaces de cambiarte el ánimo en un segundo. Personas que te marcan de tal punto que acabas adquiriendo atisbos de su personalidad a la tuya. Personas que te hacen cambiar la forma de ver las cosas, que te dan energía...
Y, en los casos en los que sea una persona del sexo opuesto, sea propensa a enamorarse de ti, o al revés. Porque de la amistad al amor hay un paso y al llegar a este punto, es inevitable parar los sentimientos, que son como una hemorragia y, es difícil volver al punto de partida. Y si se consigue volver, acaba dañando mental, física y psicológicamente a ambas partes.

Y por último, la última región; ese punto intermedio entre esas dos partes. El punto exacto en el que, ni das ni recibes mucho. En el que no te llegan a conocer tan bien porque hay fuerzas que lo impiden. Porque tu mente y tu cuerpo te piden que pase algo más antes de proseguir por el camino. Y ése es el momento perfecto para arriesgarte, para empezar una relación sentimental. Pero con diferencia, es la parte más difícil de conseguir y por la que no siempre se pasa.

Os aconsejo que si, al poner esto, pensáis que vivís algo parecido con alguien, no lo desaprovechéis. Porque si no, veréis las oportunidades pasar delante de vuestras narices y, pasaréis de estar en ese punto "muerto" a la segunda región y de ahí, es complicado obtener buenos resultados. Se confundirán sentimientos y al conoceros tanto tenderéis a la monotonía y eso es malo. Porque el factor sorpresa también es importante y, lo es más, el crecer juntos como personas y como pareja.


“El amor no son dos personas mirándose una a la otra, pero sí dos personas mirando juntas hacia la misma dirección”.

—El amor, por ejemplo. Sabes qué es, pero se resiste a una explicación detallada.
—El amor es un concepto sutil —admití—. Es elusivo, como la justicia, pero puede definirse.
—Dime qué es el amor.
Pensé un momento, y luego otro, más largo.
—¿Ves lo fácil que lo tendré para detectar lagunas en cualquier definición que me des?
—El amor es la voluntad de hacer cualquier cosa por alguien —dije—. Incluso en detrimento propio.
—En ese caso —repuso ella—, ¿en qué se diferencia el amor del deber o la lealtad?
—En que está combinado con la atracción física—dije.
—¿También el amor de una madre? —inquirió Vashet.
—Pues combinado con un profundo cariño —me corregí.
—Y ¿qué quieres decir exactamente con «cariño»?
—El cariño es... —Me estrujé el cerebro tratando de pensar cómo podía describir el amor sin recurrir a otros términos igualmente abstractos.—Esa es la naturaleza del amor.
—. Intentar describirlo volvería loca a cualquier mujer. Por eso los poetas se pasan la vida
escribiendo. Si uno de ellos pudiera describirlo definitivamente en el papel, los otros
tendrían que abandonar sus plumas. Pero es imposible.
—Pero solo un necio puede afirmar que no existe el amor. Cuando ves a dos jóvenes
mirándose fijamente con los ojos lagrimosos, allí está. Tan denso que podrías untarlo en el pan y comértelo. Cuando ves a una madre con su hijo en brazos, ves el amor. Cuando lo notas agitarse en tu vientre, sabes qué es. Aunque no puedas expresarlo con palabras.
—Ese es el propósito de las preguntas. Hacer esas preguntas es como preguntarle a una muchacha por el chico que le gusta. Quizá no emplee la palabra en sus respuestas, pero estas revelan si hay o no amor en su corazón.



Si lo pensáis en términos musicales, es más fácil entenderlo. A veces un hombre disfruta oyendo una sinfonía. Otras le apetece más una giga. Con el amor pasa lo mismo. Cierto tipo de amor resulta adecuado para los mullidos almohadones de un claro crepuscular. Otro resulta natural en el desorden de las sábanas de una cama estrecha en el último piso de una posada. Cada mujer es como un instrumento, y espera que la entiendan, la amen y la toquen con delicadeza, para por fin hacer sonar su verdadera música.
Habrá quien se ofenda con esta manera de ver las cosas, si no entiende cómo concibe la música un artista de troupe. Habrá quien piense que degrado a las mujeres. Habrá quien me considere insensible, grosero o zafio. Pero esos no entienden el amor, ni la música, ni me entienden a mí.



Sentí que aquella era la primera vez en la vida que estaba completamente despierto. Todo parecía claro y nítido, como si viera con unos ojos nuevos. Como si no necesitara los ojos para nada y mirase el mundo directamente con la mente.
Era hermosa.
La miré a los ojos y el mundo se amansó y se ralentizó. Sentí como si me hubieran sumergido bajo el agua, y como si me hubieran extraído el aliento. Por un instante brevísimo me quedé aturdido y petrificado, como si me hubiera caído encima un rayo.
Ahora la conocía hasta la médula de los huesos.


Una pregunta imposible...


Las preguntas que no podemos contestar son las que más nos
enseñan. Nos enseñan a pensar. Si le das a alguien una respuesta, lo único que obtiene es cierta información. Pero si le das una pregunta, él buscará sus propias respuestas. Así, cuando encuentre las respuestas, las valorará más. Cuanto más difícil es la pregunta, más difícil la búsqueda. Cuanto más difícil es la búsqueda, más aprendemos. 

Hay secretos de la boca y secretos del corazón.
La mayoría de los secretos son secretos de la boca. Chismes compartidos y pequeños escándalos susurrados. Esos secretos ansían liberarse por el mundo. Un secreto de la boca es como una china metida en la bota. Al principio apenas la notas. Luego se vuelve molesta, y al final, insoportable. Los secretos de la boca crecen cuanto más los guardas, y se hinchan hasta presionar contra tus labios. Luchan para que los liberes.
Los secretos del corazón son diferentes. Son íntimos y dolorosos, y queremos, ante todo, escondérselos al mundo. No se hinchan ni presionan buscando una salida. Moran en el corazón, y cuanto más se los guarda, más pesados se vuelven. Es mejor tener la boca llena de veneno que un secreto del corazón.
Cualquier idiota sabe escupir el veneno, dice, pero nosotros guardamos esos tesoros dolorosos. Tragamos para contenerlos todos los días, obligándolos a permanecer en lo más profundo de nosotros. Allí se quedan, volviéndose cada vez más pesados, enconándose. Con el tiempo, no pueden evitar aplastar el corazón que los contiene.

22 de noviembre de 2012

La ausencia alimenta el afecto.


—¿Cuáles le parecieron más interesantes? ¿Las que corrían a sus brazos enseguida, o las
que eran más difíciles y se mostraban reacias, incluso indiferentes a sus atenciones? 
Con las mujeres pasa lo mismo.Algunas no soportan que un hombre se aferre a ellas. Y a todas les gusta que les dejen hacer sus propias elecciones. Es difícil ansiar algo que ya tenemos.
 —Eso es verdad. La ausencia alimenta el afecto.



—Disculpe, señorita.
—¿Sí?
—Normalmente nunca abordaría así a una mujer, pero no he podido evitar fijarme en que
tiene usted los ojos de una dama de la que una vez estuve locamente enamorado.
—Es una pena amar solo una vez —dijo ella, y su sonrisa traviesa dejó entrever sus blancos dientes—. He oído decir que hay hombres que consiguen amar dos veces, e incluso más.
—Yo solo he delirado una vez. Nunca volveré a enamorarme.
—¡Pobre hombre! Esa mujer debió de hacerle mucho daño.
—Cierto, me hirió de varias maneras.
—Pero eso tan solo era de esperar. ¿Cómo no iba a amar una mujer a un hombre tan apuesto como usted?
—No lo sé. Pero creo que no me amaba, porque me atrapó con una
sonrisa adorable y luego desapareció sin decir palabra. Como el rocío bajo la débil luz del
amanecer.
—Como un sueño al despertar.
—Como una doncella feérica deslizándose entre los árboles.
—Esa mujer debía de ser verdaderamente maravillosa para enamorarlo tanto —dijo
entonces mirándome con seriedad.
—Era incomparable.
—¡Bueno! —Adoptó un tono más jovial—. Todos sabemos que a oscuras todas las mujeres son igual de altas.
—Eso no es cierto.
—Está bien —dijo ella lentamente—. Supongo que tendré que creer lo que me dice. —Volvió a mirarme—. Quizá algún día logre convencerme.
Me sumergí en el castaño profundo de sus ojos.
—Esa ha sido siempre mi gran esperanza.
—Mantenla. Porque sin esperanza, ¿qué nos queda?