Hay
secretos de la boca y secretos del corazón.
La
mayoría de los secretos son secretos de la boca. Chismes compartidos y pequeños escándalos
susurrados. Esos secretos ansían liberarse por el mundo. Un secreto de la boca es
como una china metida en la bota. Al principio apenas la notas. Luego se vuelve
molesta, y
al final, insoportable. Los secretos de la boca crecen cuanto más los guardas,
y se hinchan hasta presionar contra tus labios. Luchan para que los liberes.
Los
secretos del corazón son diferentes. Son íntimos y dolorosos, y queremos, ante
todo, escondérselos
al mundo. No se hinchan ni presionan buscando una salida. Moran en el corazón,
y cuanto más se los guarda, más pesados se vuelven. Es mejor tener la boca
llena de veneno que un secreto del corazón.
Cualquier
idiota sabe escupir el veneno, dice, pero nosotros guardamos esos tesoros dolorosos.
Tragamos para contenerlos todos los días, obligándolos a permanecer en lo más
profundo de nosotros. Allí se quedan, volviéndose cada vez más pesados,
enconándose. Con el tiempo, no pueden evitar aplastar el corazón que los
contiene.
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