13 de febrero de 2014

Retazos de sabiduría escondidos en páginas de libros (El arte de amargarse la vida).

«¿Qué puede esperarse de un hombre? Cólmelo usted de todos los bienes de la tierra, sumérjalo en la felicidad hasta el cuello, hasta encima de su cabeza, de forma que a la superficie de su dicha, como en el nivel del agua, suban las burbujas, déle unos ingresos que no tenga más que dormir, ingerir pasteles y mirar por la permanencia de la especie humana; a pesar de todo, este mismo hombre de puro desagradecido, por simple descaro, le jugará a usted en el acto una mala pasada. A lo mejor comprometerá los mismos pasteles y llegará a desear que le sobrevenga el mal más disparatado, la estupidez más antieconómica, sólo para poner a esta situación totalmente razonable su propio elemento fantástico de mal agüero. Justamente, sus ideas fantásticas,su estupidez trivial, es lo que querrá conservar...» 

Estas palabras proceden de la pluma de un hombre, que Friedrich Nietzsche consideraba el mayor psicólogo de todos los tiempos: Feodor Mijailovich Dostoievski. En realidad dicen, bien que en un tono más elocuente, lo que la sabiduría popular lleva expresando hace tiempo: nada es más difícil de soportar que la continuidad de los días felices. 
Ya es hora de acabar con los milenarios cuentos de viejas que presentan la felicidad, la dicha, la buena fortuna como objetivos apetecibles. Demasiado tiempo se ha tratado de convencernos -y lo hemos creído de buena fe- de que la búsqueda de la felicidad nos deparará felicidad
Lo gracioso del caso es que el concepto de felicidad ni siquiera puede definirse. [...] En realidad, no deberíamos sorprendernos de ello. «¿En qué consiste la felicidad?».
[...] No nos hagamos ilusiones: ¿qué seríamos o dónde estaríamos sin nuestro infortunio? Lo necesitamos a rabiar, en el sentido más propio de esta palabra.

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